ABEL MONASTEROLO

CUBRO - DESCUBRO 
Mayo 2009

Merodear para descubrir
Los dibujos de Abel Monasterolo están realizados en tintas y esmaltes sintéticos sobre nylon, en negros profundos y algunos colores planos y primarios, imponiendo potencias de contraste absolutas.

Una organización de líneas y vacíos se arman con fuerza desde un soporte con características particulares, como es el nylon transparente. Esa inmaterialidad traslúcida, ocupa toda la escena y hay que luchar visualmente para atrapar todas las sutilezas que adquiere la obra en su superposición estratégicamente planteada.

Aparecen en sus imágenes una profusión de insectos y pájaros negros que pueblan la escena, de algún modo tratan en su vuelo y sobrevuelo, con sus pequeños cuerpos en desplazamiento, tratan de tapar el espacio circundante, sin lograr oscurecer la escena, y sin hacer desaparecer lo que hay detrás. De una simple imagen, pasa a otra y a otra más, donde el abigarramiento visual es protagonista, y muestra una gran variedad de seres y elementos, que de alguna manera son parte de la anterior. Así va componiendo, una tras la otra harán la imagen final que tendrá diversos componentes en su atractivo visual.

Aparece además la textura visual a través de esa acumulación de personajes y elementos de segunda o tercera línea y funcionan dando movilidad óptica para poder enfocar y captar las imágenes.

Pareciera que Abel Monasterolo no dejó nada al azar, puso en guardia su manejo visual hasta el límite, sabiendo que aún así, no puede con todo, el espectador hará su parte, dará su veredicto y se hará cómplice (si puede) de esa manera de ver a través, de ver aunque tape, de llegar aunque cubra, de descubrir aunque esté muy atrás.

El artista corrió un gran riesgo, fue por más, y trabajó sobre un soporte que suele ser adverso a las artes visuales como es el material plástico y además, al superponer tomó un camino desconocido, donde la materialidad se hace escasa. Supo sortear estos riesgos y ancló en una original apuesta que no había presentado hasta ahora.

Los paseantes, a pie o en bicicleta tienen una carga expresiva especial, personas comunes en actos comunes, con rostros tranquilos, como deslizándose por la vida sin inconvenientes, gozando de una libertad y tranquilidad casi perdida para el hombre de nuestro tiempo. Estos hombres, observan la naturaleza como si nada los perturbara, contemplan sin añoranzas en un devenir cándido donde afloran todas las emociones naturalmente, porque tal vez saben que hay uno de ellos preparado para defenderlos desde un acorazado metálico que no permitirá ningún ataque. Como personajes de una fábula, lo real, lo imaginado y los sueños se entrelazan en una caligrafía contínua y contundente, en este espacio simbólico cargado de claves de otra dimensión geográfica, similar a la de los pueblos pequeños, donde la siesta recrea sus profundas significaciones y los monstruos anidan domesticados, para de ese modo, ignorar los embates de conflictos internos.

La figura humana siempre presente, aparece como el punto de partida y se va desplazando en una pasmosa tranquilidad, que a la vez y luego de un recorrido, se torna en una enrarecida sensación en donde, intranquilizantes metáforas sobrevuelan el ambiente, tornando en ironía desbordante la propia dimensión de su universo. Monasterolo deja de lado la descriptividad para crear su propio mundo de equivalencias.

La línea es utilizada como un instrumento para inventar y reinventar la figura humana, según los dictados de una imaginación que necesita el “juego” como parte de la imagen. Hay una dialéctica indivisible entre idea y tratamiento, entre concepto visual y soporte, todo en una sola dirección, confluye para dar cuenta de estas obras.

El placer de la descarga gestual se nota en toda su obra, y en esa descarga hay interrogantes, hay intención, insistencia y descubrimientos. Cubre y descubre, saca a la luz vínculos con la propia realidad, se entrega a los símbolos y así como en una ceremonia, espera, hasta que asoma la coherencia en el relato, hasta que las imágenes fragmentos, se alternan y superponen dando sentido al orden nuevo del conjunto.

Desdoblamiento y desplazamiento son las palabras claves en esta muestra, donde el artista, juega a articular desde una dinámica manifiesta, acumulando, armando, generando por articulación de imágenes, una cambiante sucesión de visiones. Insospechadas miradas definirán esta obra, que entra en nuevos territorios de configuración.

Hacer visible lo invisible, tiene entre otras cosas, una compleja carga psicológica y por si esto fuera poco, está regida por contingencias temporales atípicas, para quien desee su descubrimiento.

Monasterolo tiene un curioso equilibrio que caracteriza su obra, tal vez desde ese imaginario creativo surge el espesor semántico de esta obra, que nos obliga a concentrarnos, a merodear para descubrir, a sospechar que esto es mucho más que un juego artístico.










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